domingo, 11 de abril de 2021

El tiempo que no dejamos pasar- Crisis, olvidos y rescates de la pintura figurativa en Puebla

 


Missi Alejandrina

La pintura figurativa se enfrenta a la exigencia de estar a la altura de las cada vez más aceleradas evoluciones de la percepción; fenómenos como la duración, el movimiento, el ocultamiento etc… se vuelven cada vez más inabarcables para cualquier modo de representación. La forma se vaporiza en algo más sublime que el éter primigenio. Dadas estas condiciones, la pintura figurativa se ve obligada a cuestionarse a sí misma para salir avante de las dificultades que le acontecen, en esta afrenta no se juega solo su potencial de innovación, se juega la supervivencia de su relevancia en el arte por venir.

En la nota de la semana pasada mencionaba hasta qué punto en Puebla pasa el tiempo a ritmo de gotera de alquitrán; para la pintura figurativa eso implica que los cambios en la interpretación de la experiencia a través de los estilos no se dan en oleadas convulsivas, las formas sensibles cambian aquí lentamente por corrosiones y enterramientos. Como exploración de esta inmovilidad, y algunos otros fantasmas y ángeles heredados del figurativismo costumbrista aún reacio a morir en nuestra ciudad, en esta semana comentaré tres artistas del “Catálogo Arte Actual en Puebla 2017-2020”:  Luis Lezama Carrillo, Martín Peregrina y Óscar Pinto.     

Parte fundamental de las exigencias a las que se enfrenta la pintura figurativa es la actualización del uso de la iconografía; cumplir esta demanda implica no solo representar con un “estilo siglo XXI” las mismas escenas y figuras de épocas pasadas; en realidad, esta actualización comienza desde un trabajo reflexivo de las evoluciones en la metafísica de la época propia, para luego poder representar no el esquema de lo metafísico sino la vivencia de dicho esquema.

En la obra “Eyes wide shut” de Luis Lezama Carrillo se muestra, a través del lenguaje de la revelación, el efecto de inversión que ha sufrido la cosmovisión cristiana ante la catástrofe del aceleramiento técnico que sobrecoge a aquellos que aún tratan de aferrarse a la fe.

 La composición del cuadro en diagonal crea de por si una sensación de vértigo, sin embargo, es la coincidencia del láser con el humo rojo y gris ante el fondo negro lo que provoca un sentimiento de aceleración exponencial. A este rasgo básico se suma uno más elaborado: el mensaje que se configura en la alineación de sus personajes en esta obra. Primero está la máquina de engranajes, que recuerda tanto a un motor como un mecanismo de Anticitera, congelada entre el ensamblaje de sus piezas y el colapso por sobresfuerzo; este personaje funciona como ancla contraargumentativa en relación a la encarnación religiosa en el extremo opuesto de esta alineación cósmica.

El rostro apunta a ser una representación del asceta San Jerónimo, con gesto suplicante al cielo. Este rostro está atado a la tierra por una inversión de la relación, habitual en la pintura de tema sacro, entre la calavera y el hombre. La calavera posee una anterioridad no solo espacial o cronológica sino ontológica. No hay retorno al polvo. El mensaje se pronuncia con el peso del apocalipsis. El hombre de fe, antes tan consciente de su muerte, no va a ser víctima de su finitud, este personaje ya ha sido alcanzado por su fin, por más que mire al cielo, no hay nada ni arriba, ni adelante para él. No es más un ser finito sino un ser finado. Mensaje directo, lúcido y necesario para una época en la que el gesto cristiano más sincero es el cuidado y la reflexión del duelo por la muerte de Dios.

En contraste a esta representación de tintes teológicos se encuentra la obra “Glifo de Mar” de Óscar Pinto. En esta imagen hay una recuperación estructuralista de las posibilidades de representación en la coincidencia y superposición del registro escrito y pictórico. Lo primero que resalta es el enmarcamiento del glifo dentro de la casilla cuadrada, elemento que remite a la ordenación gramatical como primera restricción de las posibilidades de representación gráfica, ante este límite hay un desborde tímido del glifo que se reúsa a admitir la caja gramatical como principio absoluto.

 Una vez que se reconoce la posibilidad del desbordamiento empieza el cuestionamiento por las bases de la representación visual y también la pregunta por el momento de divergencia entre la imagen y la letra. De entre todas las preguntas que se pueden desprender de este cuestionamiento, hay una que resuena con mayor insistencia: la pregunta por los límites de la captura de lo representado.

Habiendo descubierto el cuestionamiento principal de esta obra parece ya más evidente porque ha decidido recuperar el carácter logogramático de los glifos mayas. Su pregunta no es solo sobre el modo en que la pintura transmite todos los detalles aparentes de lo representado (lo que en el caso del mar ha de referirse tanto a su inmensa presencia en el horizonte, su capacidad de albergar vida o de refractar la luz del sol etc.…), es también un cuestionamiento sobre la representación de aquello que es sensible pero no aparente ante los ojos. Ante las limitaciones del figurativismo ortodoxamente mimético, Óscar Pinto propone una exploración del lenguaje ancestral indígena como una ruta para el descubrimiento de una expresión visual que traspase los límites del lenguaje figurativo sin deshacerse del carácter intuitivo y orgánico característicos de la imitación que parte del realismo ingenuo.  

A modo de conclusión comentaré “La primera línea. Otra baja” de Martín Peregrina, obra que ha merecido mi atención debido a que, en este cuadro, es posible encontrar algunos de los vicios más graves que puede traer consigo el dominio del figurativismo costumbrista que el arte producido en Puebla lleva a cuestas desde hace ya bastantes generaciones.

De inicio es necesario señalar el desequilibrio que presenta en la composición, un arreglo de la imagen que, a fuerza de incluir cuantos elementos sea posible para recalcar que habla de la pandemia, no permite a la mirada recorrer la escena de una manera tranquila. Es necesario indicar también lo peligroso de la ingenuidad en el artista, esto lo digo por el tipo de heroísmo agonístico que les infunde a los médicos en la escena; sí, es necesario reconocer a los médicos y todos los que se han expuesto para que todo siga funcionando, pero, al mismo tiempo, hay que decir que este tipo de postura de manipulación emocional ya es demasiado usada en los medios como para que los artistas la repliquen y la refuercen de manera irreflexiva. Es necesario pensar en lo problemático que puede ser la utilización del lenguaje bélico por parte de un artista en una situación como la pandemia, especialmente cuando una obra como esta participa en una convocatoria auspiciada por el gobierno. El artista en todo momento debe asumir la responsabilidad de cualquier interpretación que pueda tener su obra o, en el caso de no poder asumirla, no lanzar mensajes cuyas consecuencias no conciba de un modo claro.

Este tipo de figuración abusa de lo que durante mucho tiempo se ha entendido de un modo demasiado general como “imitación de la naturaleza” y es cuanto más peligroso en cuanto posee un potencial mayor de persuasión para los espectadores con poco criterio. Le es más fácil simplificar situaciones complejas, que requieren un largo debate para su entendimiento, a una apelación del sentimentalismo más descarado.

 La iconografía que utiliza es transparente y no parece haber reflexión alguna sobre el tópico de las crisis pandémicas en obras de otros periodos históricos. La obra parece existir en un vacío temporal, político y técnico.

 Me parece más oportuno hacer la invitación a preguntar por la ausencia de una tematización social de la pandemia en este catálogo. El que esté representado poco es entendible por el hecho de que aún estamos inmersos en el embrollo sanitario; sin embargo, aun con la baja representación que el tema tiene en esta muestra, es totalmente incoherente, aunque lo asumamos como algo natural, que no haya obras que señalen, aunque sea a través de insinuaciones, las fricciones, paranoias, indignaciones o linchamientos que han ocurrido en la dimensión social del COVID-19. He de reconocerle al artista en esta obra el haber abordado el tema desde la perspectiva social, ahora solo falta que nos sea posible discutir estos temas en el espacio cultural público sin tener que pedir de antemano que nos traten como adultos.

 

 

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