Jesús Ramos Kallinikos
La
vida es un enorme escenario en donde los espíritus se encuentran y sin embargo
existen encuentros que resultan verdaderos choques de estrellas y de estos
surgen las leyendas. Eso solo podemos verlo en retrospectiva y al hacerlo
observamos que no todo es como se piensa.
Cuando
Filipo II de Macedonia se dio cuenta que su joven hijo necesitaba una educación
más profunda, no resulta extraño pensar que las mejores mentes de Grecia
trataron de ser tomadas en cuenta. Platón había muerto cuatro años antes, había
nombres prestigiosos que se mostraron sorprendidos cuando sus nombres no fueron
convocados desde la capital del reino en ascenso, Macedonia. Entre estos sabios
se encontraba un hombre cercano a los cien años, Isócrates, discípulo de
Gorgias; entre sus recuerdos estaba el haber escuchado al propio Sócrates. Por
otra parte estaba Espeusipo el
escolarca de la Academia, quien además era el sobrino de Platón.
El
hombre convocado fue Aristóteles, ahora incluso quienes no estén muy cultivados
en alguna de las áreas donde destacó este hombre sabrán del peso del nombre. Y
sin embargo en aquellos tiempos la fama meteórica de Aristóteles aún estaba por
mostrarse. Es de suponer que ni el propio Filipo, quien tenía buen ojo (había
perdido el ojo derecho) para mirar oportunidades donde otros solo veían
desiertos, acertaría a pronosticar el gran legado que Alejandro y Aristóteles dejarían
al mundo.
Pongamos
un poco de contexto histórico, en el momento en que Filipo II entra junto con
su Macedonia en el tablero geopolítico de Grecia. Las polis griegas pese a
haber derrochado todas sus energías persiguiendo la hegemonía aun podían ser un
hueso duro si Filipo se mostraba como un invasor y hacía que estas se unieran.
Entre
Atenas y Macedonia existía una tensión que era más cercana a un estado de
guerra sin declarar. Pese a que la estrella argeada estaba en ascenso; Atenas
seguía siendo el corazón de Grecia, la potencia cultural pese a su menguado
poder militar.
A la
edad de cuarenta años Aristóteles se convirtió en maestro de Alejandro y de
otros chicos de la nobleza macedonia. Y aunque de algo sirvió su formación en
la Academia a lado de Platón, sería un poco limitado el relato si solo se
dejará acotado a esta circunstancia.
El padre de Aristóteles fue un médico llamado Nicómaco quien fuera
médico de cabecera del rey y padre de Filipo en el norte de Grecia, bajo esta
idea es muy probable que Filipo y Aristóteles se conocieran de jóvenes e
incluso de niños. No debemos perder el detalle que Macedonia en ese entonces
era un reino de muy poca importancia.
Durante sus primeros años de juventud Aristóteles parte hacia Atenas
para estudiar con Platón y en algún punto de ese periodo su ciudad natal es
reducida a cenizas por las guerras que
serán parte de la atmosfera imperante. Después de veinte años en la academia de
Atenas, deja esta ciudad a la muerte de Platón y se une a Hermias, un viejo
amigo de la Academia en Atarneo, una polis griega ubicada en la costa de
Anatolia, allí acudirá junto con otros compañeros y amigos de ambos.
Hermias era el gobernante de Atarneo, aquí se forma, por decirlo de
alguna manera, una corte de filósofos. Ésta polis rendía tributo a Persia; sin
embargo, Atarneo se había convertido en un punto de sospecha y rebeldía a los
ojos persas.
Filipo tendría en Aristóteles a un importante personaje para la campaña
que comenzaba a planear en secreto contra los persas. El motivo era que
Aristóteles se había comprometido con la sobrina de su amigo y gobernante de Atarneo,
Hermias.
No se sabe lo que aprendió Alejandro y los jóvenes elegidos, la vida posterior a los estudios del magno, dejan ver muchas pistas. Para
darle mayor peso a esto es necesario comparar algunas de las relaciones entre
maestros y alumnos. Existió entre los filósofos y los sabios de la antigüedad
un constante intento por repercutir en jóvenes con la capacidad de llevar a la
praxis a niveles mayores lo filosofado por sus maestros.
Tanto Sócrates como Platón intentaron repercutir en Alcibíades y en
Dionisio II de Siracusa respectivamente, irónicamente sus pupilos tiraron por
la borda las esperanzas de sus respectivos maestros; Alcibíades, si bien era
talentoso y seducía a todos por su inteligencia y su carisma, era incapaz de
controlarse y más bien poseía una personalidad bastante volátil: Dionisio, en
cambio, poseía todo al alcance de su mano, pero tenía un carácter ligero,
superficial y altanero.
El libro que se escribiría entre Alejandro y Aristóteles tendría si bien
como protagonista al macedonio, mucho de lo que era Alejandro se lo debía a su
maestro. El mismo Alejandro diría que a Filipo le debía la vida y un reino,
pero fue Aristóteles quien le enseñó la forma como debía vivir la vida.
Como resultado de esto fue capaz de mostrar vergüenza o remordimiento
cuando su actuar no fue digno, algunos relatos prueban esto, como en aquella
ocasión en la que trató de atravesarse con la misma lanza con la que le había
arrebatado la vida a Clito.
Alejandro no fue solo un conquistador: fue un explorador, amaba la
zoología y la botánica, ciencias que aprendió con Aristóteles. Estando en la
campaña persa se dio sus tiempos para poder conocer la flora y la fauna de los
territorios donde su ejército invicto avanzaba e incluso envió animales y flora
a Aristóteles.
Historiadores como Plutarco recogen historias donde Alejandro soltó
antílopes, colocándoles collares de oro para saber cuánto vivían y las rutas y
espacios que abarcaban. Del mismo modo Alejandro se interesó por la medicina,
atendía a sus soldados heridos y llegó a recetar brebajes curativos a sus
amigos íntimos durante los años que estuvo en Asia. El interés por la medicina
es muy probable que también lo aprendiera de Aristóteles que recordemos era
hijo de un médico y en aquellos tiempos ese tipo de conocimientos eran pasados
de padres a hijos.
Ojalá tuviéramos políticos pupilos de filósofos, ¡espera! Tenemos a AMLO pupilo de Enrique Dussel, ¡vaya novedad! Saludos Missi.
ResponderEliminar¡Hola Luis Ricardo! es deseable tener políticos pupilos de filósofos pero también recuerda que Alcibíades tuvo de maestro y amigo a Sócrates y pues políticamente fue una verdadera desgracia para Atenas este Alcibíades.
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