lunes, 14 de junio de 2021

Entre malvados y estúpidos




Jesús Kallinikos

Son tiempos de pandemia, aunque los peatones, entre calles, plazas y mercados parezcan indicarnos lo contrario. Y en países como el nuestro, México. Se nos intenta dividir entre una masa que sabe lo que quiere, “lo justo” y “lo bueno” (incluso si parece no ser así), y otra masa “privilegiada” que más bien parece un costal donde colocar a todos aquellos que no piensen igual que la tendencia “progresista”; cuando uno se detiene un poco, resulta no tan distinta aquellos que formaban la no tan antigua “mafia del poder”.

Pese a que la tendencia pareciera atomizar la existencia de los seres humanos no debemos olvidar lo que Aristóteles nos dijo acerca del hombre, el hombre no como género sino como espécimen y construcción sociocultural, el ser humano es un zoon politikón un animal político en tanto que solo puede alcanzar la felicidad mediante la comunidad política (esta comunidad política en los griegos englobaba una fuerte participación social siempre entorno a la poli).

La felicidad (aquella que se logra cultivando la virtud ética e intelectual) solo puede ser alcanzada mediante el desarrollo individual dentro de la comunidad, pero si nuestro destino es estar en comunidad ¿qué sucede con los diferentes tipos de individuos ante la socialización? ¿en qué medida estas socializaciones repercuten en la comunidad? Para responder apresuradamente la primera pregunta, se puede decir que existen diferentes clases de individuos que reaccionan de diferentes formas ante la socialización: existen a los que les resulta un tormento o al menos un gran esfuerzo tolerar a otros y existen quienes podrán desenvolverse sin aparentemente ningún problema, de igual forma habrá quienes no toleren en nada la soledad y les parezca una buena idea rodearse de quien sea con tal de no sentirse abrumados con ella.

Y si esto comienza a ponerse interesante hay que agregarle algunos condimentos dados por el italiano Carlo Cipolla, historiador económico quien además de legar estudios como la relación entre las epidemias y las cuestiones socioeconómicas ha dejado una joyita en torno a la estupidez humana. Cipolla piensa que las sociedades humanas se dividen en cuatro categorías de individuos: los incautos, los malvados, los inteligentes y los estúpidos.

Básicamente todo gira entorno del beneficio o el perjuicio que se pueda recibir o hacer no solo se limitará a beneficios o perjuicios económicos sino que se englobaran cualquier tipo de bienes como los emocionales por solo nombrar a alguno. Si uno se topa con alguien que ha logrado una ganancia en perjuicio de otro se estará frente a un malvado. Si se logra una ganancia y el que ejecutó la acción no logró nada se estará frente a un incauto. Si el que ejecutó una acción y ambas partes no obtuvieron nada de lo deseado estaremos ante un estúpido.

Caer víctima de un estúpido puede ser considerada la constante normal en el día a día de la socialización; si acaso existe otra posibilidad es toparnos con alguna clase de incauto, caer en momentos bochornosos, penosos, que nos saquen de nuestras casillas o que incluso nos provoquen un par de sonrisas o carcajadas suele ser la marca que dejan las personas estúpidas y aún más sorprendente es encontrar que estos individuos no obtendrán beneficio de sus actos e incluso atentaran contra sí mismos.

Lo más sorprendente es que, para Cipolla, el estúpido es un individuo del cual sus actos carecen de lógica o racionalidad. Un malvado para Cipolla puede ser mejor entendido y contrarrestado pues, aunque cuestionables y criticables, los actos de los malvados para Cipolla tendrán una formula racional donde solo querrán “chingarse algo en beneficio de estos” bastará saber qué es lo que quieren y ver los posibles caminos que existen para minimizar sus daños e incluso neutralizarlos.

El peligro más grande entonces viene de los estúpidos. Pues en muchas ocasiones las personas van saltando de una categoría a otra con respecto a su estar dentro de esto que llamamos vida. Existirán incluso grados dentro de las categorías pero un estúpido se mantendrá generalmente inmóvil porque su forma de actuar será siempre haciendo las mismas cosas y en muchos casos volando bajo el radar.

La primera ley con respecto a la estupidez dice: siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. Y esto sucede por un fallo en la percepción que damos a las personas, además que la segunda ley le da soporte a la primera al decir: la probabilidad de que una persona determinada sea una estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona. Por tanto ni la educación o el ambiente social son factores que siquiera delimiten esto, de ahí que creamos que un prestigiado individuo (Doctor, músico, sacerdote, padre, maestro, gobernante o Don Chema el diestro carpintero) no sea una persona estúpida.

Dicho esto, la tercera ley indica: una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.

A partir de aquí podría resolverse la pregunta anteriormente planteada ¿en qué medida estas socializaciones repercuten en la comunidad? Todos los individuos tienen la capacidad en mayor o menor medida de inspirar o provocar que sucedan o dejen de suceder hechos o sucesos, lo mismo sucede con los estúpidos, pero el margen de daño corresponderá a la posición de poder en la que se encuentre este individuo.

Las formas en cómo actúan las personas estúpidas lo son primeramente bajo ataques por sorpresa y aun pese a que se logre vislumbrar un ataque de estos, la naturaleza propia de estos ataques que tienen aparentemente un fuerte sentido irracional hace que sea imposible armar una defensa y mucho menos pensar en un contrataque.

Pues algo de esta irracionalidad parte de que, a diferencia de los demás, (donde el inteligente se sabe inteligente, el malvado se sabe malvado e incluso el incauto es consciente de su naturaleza) el estúpido no se sabe estúpido. Por ello la quinta ley señala el estúpido es más peligroso que el malvado.

Pero no todo es culpa del estúpido, la cuarta ley dicta que las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error.

Posiblemente la historia e incluso las noticias estén llenas de estos ejemplos y los momentos de decadencia de una civilización no necesariamente indique un porcentaje mayor de individuos estúpidos o malvados sino más bien podría ser en parte por no entender la cuarta, la cuarta ley. Tanto en decadencia como en el momento más álgido de una civilización el número de estúpidos es el mismo. El detalle es que en los mejores momentos de una civilización tanto incautos como individuos inteligentes mantienen a raya a los otros dos mientras que en los momentos de declive de una sociedad o civilización es por la condescendencia, apatía y omisión de sus integrantes que los estúpidos se vuelven diligentes y emprendedores mientras que en las zonas de poder los malvados acceden a estos puestos, pero no llegan solos, a estos malvados también los acompaña un elevado grado de estupidez.



1.- imagen: Andrey Shatilov- Last Secret, extraída de enkil.org

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